domingo, 28 de noviembre de 2010

De: "Y ahora tú pasas la mano osadamente". (De Magdalena Lasala, en "arnillas.net/poesía". Zaragoza, a 28/05/2007).

              1

"Me distancio,
te saboreo
apoyado en la barra de un bar.
Admiro tu camisa abotonada
que llama
desde las sombras de tu pecho
y cálida se pierde
tras la chaqueta,
bajo el pantalón.
Deseo tu camisa, siento enfebrecida
mi garganta,
tu corbata me convoca, no puedo
dejar de mirarla.
Y ahora tú
pasas la mano osadamente."

                2

"Nunca había amado tanto
una ciudad,
esta ciudad convicta y sabedora
-centinela puntual de nuestras huellas-,
sus calles secundarias,
sus miradores colmados de caricias,
sus escaparates
apagados por la noche,
esos que recorrí con mi espalda
recibiendo tu boca descarriada
contra la mía,
sus bares clandestinos,
sus esquinas huérfanas de semáforos
y gozosas
con nuestro tacto de ciegos depravados,
sus parques de madrugada,
su silencio de agosto rendido
a la gloria sin sábanas y sin prisa
de nuestro pecado.
No hay pájaros
en la memoria de tus besos prohibidos,
hay un claxon perdido como un eco
de gemido, hay un timbre, un ascensor
encabalgado entre dos pisos,
camareros de labios sellados
y faros suicidas
como nosotros.
Si tuvieran brazos las calzadas desnudas
me estrecharían, como tú,
en las noches de verano.
Esta ciudad no tiene secretos para mi,
ni uno solo de sus rincones
me es extraño.
Salgo a sus calles y te deseo
sin remedio."

Tenía que saldar esta deuda conmigo misma.
Sobran comentarios.
R.

Ego te absolvo a peccatis tuis.

 Hoy me ha sucedido algo curioso. A veces ocurren cosas repentinas, de ésas que te dejan con sonrisa  impávida y que no son ni especialmente buenas, ni tampoco horripilantes. Son hechos.
Y el hecho es que hoy me he convertido en Tomás de Torquemada. De repente, he notado como mi piel se replegaba sobre sí misma a la altura de mi gaznate, como se redistribuía mi pelo dejando al aire una aureola en el mismísimo cogote y como me crecían unos cojones como al caballo de Santiago.
Resulta que hoy me ha tocado la papeleta de administrar "perdón".

Llevo toda la mañana reflexionando acerca de lo que me ha ocurrido y he llegado a la conclusión, de que a veces cuando perdonas, no lo haces de corazón. Yo hoy no lo he hecho de corazón, por eso me he convertido en un Torquemada visceral y aséptico al dolor ajeno. Hoy he perdonado por egoísmo. Por tener la conciencia tranquila. Por estar en paz conmigo misma. Porque "por mí, que no quede". Lo he hecho por mí y por mis compañeros, para redimirme de culpa propia y externa. Para vivir tranquila en mi reducto de paz que nadie tiene derecho a perturbar.

Eso sí. Tengo la absoluta certeza de que tampoco me han pedido perdón de corazón, sino por puro interés. Del mismo modo que sé con total seguridad que no será la última vez, pero lo que sí es seguro, es que sí es mi última vez ejerciendo de Torquemada, que el papel le viene grande a cualquiera.

Al final, todo es una pantomima para vivir más tranquilos. Pensando en que somos benévolos y hacemos las cosas bien. Menuda mentira. Pero si uno no es sincero con su actitud de enmienda, ¿hemos los demás de serlo?

Ahí queda la filosofada dominical.

R.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

No hay dos sin tres.

Hoy me he tomado fiesta de cualquier actividad física o mental. Así que para celebrarlo, me he puesto un mojito y he abierto la sombrilla, eso sí, dentro de casa, que fuera no apetece, a ver si entre pitos y flautas recupero el hábito de escribir sandeces, porque de tanto dialogar con moscas espantadas de algún rabo que pasta en las inmediaciones, creo que se me ha puesto un humor "de perros", como los de la entrada anterior.
Serán cabrones.
Hace dos días que no voy a inglés. Y no es por no ir, que si hay que ir se va. Pero es que tengo una profesora que no tiene nada que envidiar a Janis Joplin y qué quieres que te diga, hoy no tengo el cuerpo de reagge, o como quiera que se escriba. Así que he decidido quedarme a buen recaudo, a ver si si ordeno un poco mis ideas.
Hoy me han dado otro NO. Profesionalmente hablando claro. Yo quiero pensar que me paso de completa, así que estoy pensando en hacerme el "hara-kiri" en la pierna izquierda, a ver si así doy un poquito de pena y les da por darme algún quehacer con el que matar el rato.
Ya voy por el segundo mojito y parece que veo menos cabrones. ¿La yerbabuena se fuma? Por economizar, digo.

No hago otra cosa que leer. A lo mejor eso tiene algo que ver con que ya no soy católica, vivo en un retiro físico y espiritual y estoy de todo hasta los cojones. Si ya lo sabía Benito; no, San Benito no, Benito Mussolini, que ése sí que es famoso de verdad, no como otros. A lo que iba, él ya sabía que lo mejor es tener al pueblo con encefalograma plano y el que no quiera pasar por el aro, que arrée  al paredón. Así. Sin más. Si es que, ¡me cago en la madre que parió a Faraón!.

Tengo unas humedades en la pared que han derivado en hongos. Hijos de puta. Son como tortillas de cuatro huevos pero verdes. Y hacen familias. Los hongos, no los huevos. Así que han decido colonizar la pared de mi salón, a ver si en una de éstas llegan a Ámerica. Y mientras a mí que me den. Como me toquen la moral, me tiro al Atlántico y llego a América nadando. Para que vean lo que son huevos de verdad.

Hace un frío... mi lencería fina consiste en una bata con estampado "leñador". De felpa. Gorda. Doy fe. Entre mi facha y los hongos de la caverna, estoy por avisar al National Geographic, a ver si vienen a hacer un reportaje y me largan unos duros.

En fin, que ahí queda eso. Y el que tenga algo que decir, que tire la primera piedra.

Y con esto y un bizcocho...

Los Perros.

Son como los perros. De presa. Que te hincan el diente y te dejan huérfano de pierna. Así son quienes te rodean. Y tú, ya cojo, tira millas y no te entretengas.
Estamos en un barco que escora. Aprisa que esto se hunde.
¡Y a mí que me dan miedo los charcos!