martes, 25 de septiembre de 2012

De arena.


Me pregunto si tus hombros,
piel de arena,
sostendrían el peso de mi mundo.

Si la fortaleza de tu cuerpo eterno
me tornaría lo suficientemente leve
para habitar en tu ser,
ingrávida,
sin que te dieras cuenta.

Te abrazo,
como si nada estuviera esperándome,
por si el amor
 y las palabras con las que nos despedimos,
fueran hijos de la misma madre.

Muero suspendida en ti,
tu ausencia me duele,
ilimitadamente,
mientras tu luz me alimenta.


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