lunes, 5 de diciembre de 2011

Nada.

La nada me espera; me espera la nada.
Yo mientras me extingo y mi cuerpo empequeñece y se empapa de agua de mil tormentas. Y busca ávido una luz. Una luz que penetre hasta la cuenca de los ojos, que fisure y resquebraje la tez de alabastro.

La nada me espera; me espera la nada.
Y mientras, la noche extiende su mano volandera por montañas y océanos. Y se hace puente. Puente que guía al lugar donde comienzan nuevos reinos.

Aprieto fuerte mi pluma que llora tinta, dejando detrás la nada, sintiendo cómo se agolpan las palabras. Y cómo se solapan. Y se funden. Y fundidas se hacen puente.

Ya no me espera nada.


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